Abogado

Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

Difícil tesitura la de EE.UU. Su presidente evidencia deterioro cognitivo. Político tradicional por antonomasia, perpetuamente errado en política exterior, se lo consideraba centrista y moderado. Esa imagen lo catapultó a la presidencia, ganando por no ser Trump. Vendió su candidatura como el regreso de los adultos al poder. Sin embargo, pareciera que gobiernan los acontecimientos, habiendo abandonado cualquier pretensión de someter al ala izquierda de su partido, cada vez más insana y radicalizada.

La vicepresidente Kamala Harris es una ambiciosa ex Fiscal General que inició su carrera gracias a una íntima cercanía con un palo grueso demócrata de California, que por lo demás estaba feliz o infelizmente casado con alguien más. Chismes aparte, el cargo le queda grande, algo que nadie niega. Si Biden continúa en el cargo es porque a todos espanta la idea de Kamala presidenta. Carece de carisma, su personal siempre renuncia y ella se queja por los encargos que recibe, tildándolos de presentes griegos.

Doña Nancy Pelosi, Presidente de la Cámara de Representantes (segunda en la línea de sucesión presidencial) hizo noticia estos días. Poderosa y temible dama, maneja la bancada demócrata con mano de hierro. Heredera de un antiguo clan político, posee una fortuna de más US$ 100 millones, lograda, en no poca medida, gracias a una larga cercanía con el poder. Con audacia se presenta como abanderada de los oprimidos mientras que revistas frívolas como Vogue la adulan, reportan y retratan con singular admiración (la prensa gringa adula como ninguna!).

Pues bien, la frívola Nancy viajó a Taiwan. La China, que considera a Taiwan una provincia renegada, reaccionó con violencia, exigiendo con lenguaje imperativo propio de sátrapas, que se cancele el viaje. Realizaron ejercicios militares cercanos a las probables rutas del avión de Nancy, amenaza poco velada a su seguridad personal. Aunque es válido preguntarse si el viaje de Nancy fue oportuno, la virulenta y pública oposición china obligó a completarlo. Ningún país puede someter su política exterior a los vetos de otro, en especial cuando son tan toscamente expresados.

Pero la pataleta china y el desatino de Nancy son sólo la punta del iceberg. El verdadero problema es el fortalecimiento del eje Pekín-Moscú y cómo resquebrajarlo. Para EE.UU. y los países democráticos, el surgimiento de un bloque totalitario que domine la gran masa territorial euroasiática es un desarrollo mortalmente peligroso. El continente americano devendría en una insularidad asediada y vulnerable, circunstancia agravada por el avance de los regímenes castro chavistas en la región.

Así es que a un lado del ring tenemos a los EE.UU., cuyo boxeador principal parece estar demasiado cansado para la pelea en ciernes. Su probable reemplazo estaría pérdida en el espacio y eso aterra a todos. La tercera en la línea de sucesión presidencial, es terriblemente frívola.

Al otro lado tenemos dos inmisericordes tiranos. Uno dejó escapar al virus de Wuhan, practica el genocidio colectivo con los Uygures casi por puro gusto y de manera preventiva. El autócrata ruso, aparente megalómano, lanzó una sangrienta guerra de conquista, la que viene ejecutando torpemente, y que, gracias a Dios, estaría perdiendo.

¿Y quién ganará este duelo, los crueles y prepotentes o los frívolos y seniles?

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Seniles, Ineptos y Frívolos versus Crueles y Prepotentes, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

La Real Academia de la Lengua Española brinda dos definiciones de la palabra progreso. La primera “Acción de ir hacia delante”. La segunda “Avance, adelanto, perfeccionamiento”. 

La idea del progreso calza bien con filosofías en las que las mejoras en la sociedad dependen de la acción política y del ejercicio del poder

. Conveniente concepto que socialistas utilizan con esmero.

Una de las primeras incursiones de un Partido Progresista fue en EE.UU. en las elecciones presidenciales de 1912. En aquella ocasión, el Partido Progresista, liderado por el expresidente Theodore Roosevelt (tío lejano de Franklin), se escindió del Partido Republicano. TR era un auténtico imperialista y conservador que comprendía que ciertas estructuras sociales eran insostenibles. Consideraba que las empresas monopólicas tenían demasiado poder (la Standard Oil entonces, las tecnológicas hoy) y había que someterlas.

”, que impedían la aparición de competidores. La batalla contra Rockefeller y la Standard Oil fue épica y, aunque TR quiso evitarla, la ganó en todos sus frentes. El Partido Progresista fue derrotado, pero sus ideas no, las que se implementaron paulatinamente y a trompicones, para bien de EE.UU.

Entonces tenemos que, en ciertos momentos, la acción estatal es necesaria para corregir inequidades.

 Continuando con el caso de EE.UU., el mejor ejemplo de inequidades fue la segregación racial que se prolongó hasta la década del sesenta y que se suprimió por medio de una durísima intervención del gobierno federal.

El problema es que llegado cierto momento, el reformismo activista cumple su propósito. Muchos reformistas de antaño devienen en conservadores, pues su celo justiciero estaba encaminado a la preservación del sistema y poder legarlo fortalecido a las nuevas generaciones.

Otros reformistas en cambio, salen a la búsqueda eterna de nuevos paradigmas que romper, en una carrera sin fin que eventualmente deviene en nihilismo puro. Aquí es donde aparece la progresía: la continuidad de los avances y de las mejoras depende de nuevas reformas y de unos terribles monstruos a los que hay que derrotar (con ellos a cargo, obviamente).

En ese sentido, es incorrecto, por decir lo menos, equiparar la lucha contra la esclavitud y la segregación racial con el aborto en el segundo trimestre y la fluidez de género, ejemplos algo de caricatura pero que grafican bien el punto.

Hoy, a pesar del enorme progreso material, el péndulo se movió en dirección de los amantes del cambio por el cambio, por lo que defender las viejas certezas es fundamental. El cambio por el cambio sólo conduce al caos y este a la muerte y la destrucción.

Por último, respecto del verdadero significado de ser conservador, algunos lúcidos pensadores señalan que se trata de una filosofía de prudencia, pues los cambios irreflexivos traen consecuencias imprevistas.

 Por eso, sin ánimo de caer en el inmovilismo, recordemos ese viejo adagio sobre caminos al infierno sembrados de buenas intenciones, por muy de moda que estén algunos de ellos.

Sobre el progreso y la progresía, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

1984 de George Orwell describe premonitoriamente el mundo que se avecina.

 en dicha novela define el sostener dos ideas incompatibles entre sí. Por ejemplo, el género es “fluido” cuando todos conocemos la realidad biológica al respecto. También refiere el abandono de la moral mientras que se pretende monopolizarla. La progresía contemporánea, habiendo abandonado cualquier vestigio de ética judeocristiana, se erige en supremo árbitro moral.

Los disidentes, ay de ellos; sólo merecen ostracismo. No recurren (por ahora) a la violencia; el internet y el mundo digital facilitan la tarea, aunque es cuestión de tiempo que recurran a métodos contundentes. Un recurso favorito de los practicantes del 

 es acusar al detractor de fascista, fácil y constante muletilla que la usan para cualquier cosa, vaciándola de contenido.

¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de fascistas o fachos, como les da por llamarlos ahora? Debemos recordar que los fascistas son en primer lugar 

, creen en la supremacía del Estado sobre el individuo, igual que todo buen comunista. No en vano, el nombre completo del partido Nazi era 

Los fachos son pues una variante, una mutación del virus socialista, para usar términos a tono con las épocas pandémicas que vivimos. Tiene algunas características especiales.

Para los marxistas clásicos, la clase social es el principio ordenador de la sociedad, postulando la dictadura del proletariado (la clase trabajadora) liderado por una vanguardia revolucionaria. Pregonan el control absoluto del Estado sobre todos los medios de producción económica, convirtiendo a la dictadura consiguiente en algo completo y absoluto. Buscan la eliminación de instituciones que compitan en legitimidad; por ello su hostilidad a la familia nuclear y a la religión organizada.

Para los fascistas, los principios ordenadores son la raza y la nacionalidad. En la medida que la persona humana esté subordinada al Estado y que NO es el fin supremo de la sociedad y del Estado, el control directo de los medios de producción deviene en superfluo. Comparten la hostilidad a la religión organizada, aunque buscan cooptarla cuando acechan los marxistas clásicos, como hizo Mussolini en Italia.

Pues bien, la izquierda contemporánea ha incorporado principios fundamentales del fascismo en su lucha por la captura y consolidación del poder. Para la izquierda contemporánea todo es racismo, un 

 genial. Utilizan el etnicismo para acumular poder mientras acusan de racistas a sus rivales. También han aminorado (al menos en el mundo desarrollado) el ímpetu expropiador, reemplazándolo (por ahora) con un Estado regulador híper poderoso, dificultando el surgimiento de nuevas empresas y consolidando a las existentes. A cambio se espera de ellas sumisión.

La China comunista es el ejemplo perfecto; y, más cerca de casa, la Bolivia de Evo Morales. Esta última es una dictadura racialista que mantiene a raya al empresariado, no vaya a ser que se ponga díscolo.

Ese es el mundo al cual nos estamos deslizando. Aún no estamos ahí y cada vez son más las personas que lenta e inconexamente reaccionan. La pandemia y la locura de la fluidez de los géneros evidencian el peligro al que nos enfrentamos.

Doublethink y Fachos, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

1898. España aún controla restos de un Imperio donde antaño no se ponía el sol. Las hazañas del Siglo XVI en las que hombres audaces, sin nada que perder, conquistaron un continente y parieron multitud de naciones, quedaron en el pasado. Cuba, la joya de la corona de lo que resta del Imperio, queda muy cerca de EE.UU., que justo, en ese momento, tiene ánimo belicoso.

A principios de 1898, el Acorado estadounidense Maine, anclado en Cuba con ocasión de un nuevo movimiento independentista, estalla y se hunde, desatando una campaña de prensa amarillista y una declaración de guerra. En su novela 

, Carlos Alberto Montaner cuenta la historia de una conspiración de revolucionarios para hundir el Maine y precipitar la intervención norteña. El hecho es que España fue amargamente derrotada – inspirando a la Generación del 98 – y Cuba nació a la vida independiente con el amanecer del siglo.

Durante sus primeros 59 años, Cuba sufrió los azotes de múltiples tiranuelos, el último Fulgencio Batista, que no serían más que inocentes bebes en comparación a lo que el destino les deparaba. Es así que en el año nuevo de 1959, una guerrilla de jóvenes ¨románticos” (así, entre comillas) capitaneados por los hermanos Fidel y Raúl Castro derrocan a Batista bajo una aureola de juvenil libertad.

Gran engaño. Fidel Castro no era más que un convencido leninista, con una implacable vocación de poder. Con fusilamientos a mansalva exterminó a sus opositores (y principales socios). Los que no mató huyeron, fundando el notable e influyente exilio cubano en EE.UU. Uno de sus más famosos esbirros fue el Che Guevara, a quien después manda a morir en la jungla boliviana, pues le quitaba notoriedad.

Pocas dictaduras son tan sanguinarias. Los suertudos arrojados a húmedas mazmorras. En su terrible libro, 

, Armando Valladares relata 22 años de torturas inacabables en el gulag cubano, todo por negarse a firmar un manifiesto en respaldo del comunismo castrista (“Si Fidel es comunista que me pongan en la lista, yo estoy con él”).

La población homosexual es objeto de particular sadismo, cosa que los izquierdistas contemporáneos obvian con su característica hipocresía. Las feministas también se hacen de la vista gorda frente a un régimen campeón en promover la trata de mujeres.

Recientemente han sofocado una ola espontánea de protestas, encarcelando a todos los involucrados, condenándolos a penas draconianas. El celo represor continua intacto.

En todo caso, desde 1959, Cuba es el gran desestabilizador de América. Primero como una base flotante soviética desde donde entrenaban a terroristas y formaban dirigentes, esparciendo el bacilo marxista por toda la región, cobrando un ingente subsidio a cambio, permitiéndoles adormecer a su población. Sin embargo, con la caída de la URSS en 1990, se acabó el subsidio y la anestesia, quedando sólo pobreza y represión.

Con Chávez encontraron un nuevo soporte, a quien le prestaron invalorable ayuda en montar su sistema represivo. Con la muerte de Chávez, las obvias limitaciones intelectuales de Maduro cambiaron la relación, convirtiéndose este último en el más abyecto de sus sirvientes.

Mientras tanto, ese portaviones del Infierno, desde donde se agazapan narco terroristas, asesinos y genocidas y despegan de forma impune naves con saboteadores, continúa anclado en el por lo demás paradisiaco mar Caribe, ¡Y nadie hace NADA al respecto!

Porta Aviones del Mal, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

EE.UU. es, en realidad, una amalgama de cincuenta países. La elección indirecta de su presidente mediante el Colegio Electoral responde a ello. También que cada Estado, independientemente de su población, elija a dos senadores, permitiendo la coexistencia de Estados muy conservadores y liberales como Wyoming y Vermont, respectivamente.

Esto disgusta a la progresía, pues le complica la imposición de cambios dramáticos aprovechándose de alguna mayoría circunstancial como la que ahora ostentan. En ese sentido, el sistema promueve la moderación de posturas para ganar en distintos lugares, no sólo los más poblados, aunque en esto dejo de funcionar hace ya un buen tiempo.

Los magistrados de la Corte Suprema (como todos los jueces federales) son nominados por el presidente y ratificados por el Senado. Una vez ratificados, el cargo es vitalicio, convirtiendo al nombramiento de jueces en una de las principales luchas políticas del país. En las últimas décadas, los republicanos han ratificado más jueces supremos, haciendo retroceder las interpretaciones progresistas de su constitución y acotando el poder regulatorio de agencias gubernamentales, enfureciendo a los demócratas.

En este contexto, los demócratas convirtieron al derecho al aborto en la piedra angular de su posición frente a cualquier nominación judicial. En 1973, la Corte Suprema interpretó en el caso Roe v. Wade, que la Constitución confería un derecho al aborto.

Desde entonces, se pelea al respecto. Los Estados conservadores buscan restringir (por ejemplo, por la viabilidad, semanas de gestación, capacidad sensorial, latidos del corazón, etc.). Estados liberales y organizaciones feministas impulsan normas liberales, permitiéndolo hasta el momento mismo del nacimiento.

Así estaba la cosa hasta hace dos semanas cuando la Corte Suprema, ahora dominada por magistrados conservadores, revirtió Roe V. Wade, declarando que la Constitución no se pronuncia sobre el aborto y que el asunto debe resolverse a nivel legislativo. El caso que originó esta decisión fue una ley del Estado de Misisipi restringiendo el aborto a solo las primeras quince semanas de gestación.

Antes de esta decisión, se filtró un borrador de sentencia mayoritaria, desencadenándose el infierno. Turbas marcharon a las casas de los magistrados, incluso hubo un conato de asesinato, noticia enterrada por la gran prensa progresista.

Expuestos estos antecedentes es inevitable preguntar, ¿A qué se debe esta pasión por el aborto? ¿Cómo es que a un gran partido político ya sólo le importa la legalidad del aborto y que no exista ninguna restricción al respecto? Es válido preguntarse, sin siquiera ingresar en el debate moral correspondiente, ¿Cuál es el estado mental de las personas que convierten este espinoso tema en la piedra angular de su filosofía de vida?

Al respecto, ensayo una respuesta: pareciera que hay un odio al inocente que permea toda la mentalidad progresista. Para esta mentalidad, los niños son una carga, mejor que no existan. Los viejos y enfermos también son una carga. Proteger a las víctimas de crímenes es incorrecto, pues los perpetradores simplemente reaccionan a la injusticia de sus circunstancias. Podríamos continuar con un sin fin de etcéteras. Pero esa es la esencia progre: ¡Malditos sean todos los inocentes!

Amor por el aborto, Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

“Chinos como cancha en el paralelo 48”, gritó un famoso titular de “Última Hora” marcando el inicio del periodismo sensacionalista en nuestro país. Aludía a la concentración de tropas e intervención china en la Guerra de Corea. Hoy, podríamos gritar “chinos como cancha”, pero en todos lados.

Primero, recordemos que la historia china se remonta al inicio de la civilización. Cada cientos de años sufre conmociones, sobreviviendo a todas. La última fue el siglo XIX, provocando un período de debilidad que se prolongó hasta finales del siglo pasado.

La China nunca reconoció a las demás naciones como soberanas e iguales, admitiendo sólo relaciones de vasallaje. Las naciones lejanas eran simples bárbaros. La memoria histórica es algo poderoso. Asumamos que la idea sobrevive en sus élites.

La asertividad china en el pacífico oriental construyendo islotes artificiales y su expansión naval así lo sugieren, evidenciando el deseo de 1) excluir a los EE.UU y aliados de cualquier injerencia en Asia y 2) proyectar y ejercer poder en el resto del mundo.

En el Perú, la inversión china, canalizada principalmente por empresas estatales, es muy importante (Las Bambas, Marcona). Su flota pesquera ronda nuestras costas. Esto, tarde o temprano, planteará problemas. Juristas veteranos recordarán la “Doctrina Calvo”, formulada por el diplomático argentino Carlos Calvo en 1896, sosteniendo, en buen romance, que los extranjeros debían someterse a la jurisdicción local y renunciar a la protección de sus países de origen. Esta doctrina quizá requiera una actualización.

Rusia también debe ser prudente. Comparte una inmensa frontera, escasamente poblada de su lado y rica en recursos naturales.

En el ámbito económico, China sigue políticas mercantilistas robando sistemáticamente propiedad intelectual y adormeciendo al mundo con la droga de su inmenso mercado. En los años 90, se pensó que con el acceso a la OMC y mayores libertades económicas, las libertades políticas fluirán generándose armonía; ingenua pretensión que los hechos desmienten.

En el ámbito interno, su gobierno es cruel. La población Uigur está siendo sometida a un tratamiento propio de limpiezas étnicas. Campos de concentración encerrarían a ciento de miles de personas, según grupos de derechos humanos. Sobre el COVID basta decir que nunca conoceremos el verdadero alcance de su responsabilidad. Su política de control de natalidad, 

 asesina (un hijo por familia) mantenida por décadas, ha provocado un desbalance demográfico. La han revertido por el colapso en su tasa de natalidad.

En suma, la China plantea al mundo muchos desafíos, entre ellos evitar y llegado el caso responder a nuevas instancias de uso de la fuerza. Después de la caída del Muro Berlín, muchos pensaron que las guerras por control territorial y poder desnudo eran algo del pasado, peligroso error que la guerra en Ucrania desmiente.

Chinos como cancha… por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez 

La guerra en Ucrania renueva el debate sobre enfoques en la política internacional. De manera simplista mencionamos dos: el realista, basado en cálculos fríos sobre poder e interés, el segundo moralista. El realismo privilegia la estabilidad. El moralismo promueve el cambio, presumiendo que lo nuevo será mejor.

El gran defensor del realismo contemporáneo contemporáneo es Henry Kissinger, hombre de notable inteligencia e impecable trayectoria. Transitó de ser un joven refugiado judío alemán en EE.UU. a las más altas esferas del poder en su país adoptivo, tradicionalmente moralista en su política exterior.

El problema con el realismo es que requiere de gobernantes con valores compartidos que deseen preservar el orden existente, sin margen para el error y las pasiones humanas. El moralismo puede llevar a que las potencias promuevan a sus enemigos, como hizo EE.UU. en el Medio Oriente por su arrogante pretensión de convertirlo en un lugar “seguro para la democracia”, después de los atentados del 11 de setiembre de 2001.

En un reciente debate en Davos, se discutieron respecto de Ucrania ambas aproximaciones. Resumiendo las cosas, a Kissinger le preocupa que Rusia sea humillada. Desde su perspectiva sería mejor que una potencia “secundaria” como Ucrania sea sacrificada para prevenir mayores desgracias. La visión moralista (expresada por George Soros) enfatiza que Rusia tiene que ser derrotada debiendo pagar cara su aventura.

Expuestas las posiciones considero que es un error convertir a la preservación del 

 en un fin en sí mismo. Durante la época de Reagan, quien junto a Margaret Thatcher enfocaron la Guerra Fría como un enfrentamiento moral donde el comunismo soviético tenía que ser derrotado, Kissinger fue excluido de los círculos de poder por este motivo. El realismo presumía que la Unión Soviética perduraría y era peligroso pretender derrotarla, que era lo que Reagan, Thatcher y Juan Pablo II proponían.

En el caso de la Rusia de Putin, además, es difícil encontrar puntos de encuentro con un país que se embarca alegremente en aventuras militares. Es contrario a la naturaleza humana pretender que una Rusia victoriosa detenga sus ejércitos en Ucrania y no siga avanzando, algo que Putin amenaza de forma poco velada con hacer. En eso, Soros tiene razón.

En lo que tiene razón Kissinger es que un exceso de celo puede alinear a Rusia con China, lo que debe evitarse a toda costa. También tiene razón en que Rusia no debe ser humillada, pero humillación no es sinónimo de derrota. En ese sentido, la caída de Putin sí sería un objetivo sensato, no porque lo que venga sea mejor, sino porque su aventurismo lo hace peligroso para sus vecinos e inaceptable para los demás; desde perspectivas realistas y morales respectivamente.

(Viejos) Dilemas Contemporáneos, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

Hace 90 días Rusia demostró que ese gran motor de la historia, la guerra y la violencia, camina a todo vapor. Que la democracia liberal sigue enfrentando desafíos existenciales. Que el totalitarismo acecha.

Al mismo tiempo, el viejo materialismo dialéctico marxista está siendo reemplazado por nuevos materialismos, que rechazan la ética judeo cristiana y pretenden reducir al hombre a la condición de una pobre bestia hedonista (palpable en el fanatismo abortista Demócrata en EEUU) incapaz de dominar sus sentidos.

La invasión de Ucrania evidencia que la ambición imperial de los Zares persiste a través de los siglos, pero, igual que en el pasado, no existe un poder verdadero que la sustente. Desnuda la mentira que una economía del tamaño de España pueda ser una super potencia, incapaz de dominar el mundo sin recurrir al chantaje nuclear, como si esa vieja gran nación ya no fuese más que una banda mafiosa en esteroides.

La China constata que las aventuras militares son eso, aventuras, de imprevisible desenlace. Deben ser conscientes que montar una operación anfibia para invadir Taiwán es un complejísimo emprendimiento, repleto de imponderables, y que su supuesto gran aliado padece de una inoperancia digna de Mussolini. El mundo observa con los encierros de Shanghái el completo fracaso de la política cero COVID y, con ello, posibles cuestionamientos a la legitimidad de la dictadura del Partido Comunista Chino.

En los EE.UU. tenemos la insufrible arrogancia e inoperancia de las castas progres, desesperadas por dictar clases de masturbación e implementar talleres sobre fluidez de género en colegios primarios. Mientras tanto, se disparan los precios del petróleo, cancelan permisos de producción y prosiguen políticas abiertamente inflacionarias, proceso que los asesores económicos de Biden defienden con argumentos propios de un Vásquez Bazán de los años ochenta. 

Europa parece haber recuperado algo de cordura, quizá por la cercanía e inmediatez de la amenaza rusa; aunque no faltan las voces acomodaticias que buscan evitar que Putin salga humillado de su guerra imperial, pero, por el momento, parecen ser minoritarias y estar a espaldas de la opinión pública.

Desconocemos el desenlace de esta guerra, pero, por momentos, encuentro motivos para el optimismo. Se están alineando las circunstancias para que los países occidentales – grandes y pequeños – recuerden, por ejemplo, que la civilización occidental, que parió al estado democrático de derecho y al capitalismo, es producto de la síntesis del cristianismo, incluido su antecedente judío, con la tradición greco latina. Ni la teoría racial crítica ni ninguna elaboración 

, inventadas en pabellones universitarios de EE.UU. por profesores mediocres, brindan una verdadera alternativa filosófica debiendo colapsar bajo el peso de sus intrínsecas falsedades.

90 días, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

Ciudades devastadas, masacres de civiles, violaciones sistemáticas y sutiles venganzas ucranianas -envían a través de redes sociales fotos de los muertos rusos a sus familiares-nos recuerdan el horror de la guerra, monstruo sin cabeza que destruye todo a su paso, empezando por la moral de los involucrados.

Sin embargo, no podemos ignorar una verdad fundamental sobre el poder, en especial cuando se compite por la hegemonía del mundo. Y esta verdad es que su ejercicio y las responsabilidades resultantes son malvadas y solitarias.

Franklin D. Rooseveltfue un genial estadista, adelantándose a los hechos –pero nunca a la opinión pública– preparó a su país para los desafíos que se avecinaban, haciendo gala de una maquiavélica destreza manipulativa. Maltrató a Churchill en complicados juegos con Stalin -al punto que Churchill declinó asistir a su sepelio en 1945-. A su vez, Churchill, ordenó hundir la flota francesa, aliada hasta poco antes, previniendo su captura por los Nazis, cosechando su primera ovación en los Comunes y convenciendo a Roosevelt que no se rendiría.

También fueron crueles los bombardeos sobre Alemania y Japón, guiados en parte por el ansia de venganza de la población civil. La destrucción de Dresden, en las últimas semanas de la guerra, fue terrible y no cumplió fin militar, un óbolo de sangre alemana para gratificar a Stalin. De Gaulle permitió exprofesamente las venganzas durante los momentos inmediatos posteriores a la liberación, calmando el ánimo de revancha contra los colaboracionistas.

Sobre las primeras tropas que tenían que desembarcar en Normandía o alguna isla remota del Pacífico, puede decirse algo parecido. Los autores finales de la orden (Churchill y FDR) sabían que mandaban a cientos de miles de hombres a morir, cada vida, sobre sus hombros. ¡Vaya peso que cargar!

Entonces la crueldad, o, mejor dicho, la falta de piedad, tiene sus usos, cuando del poder y de la guerra se trata. Frente a lo que el mundo vive hoy día, cabe preguntarse, ¿hasta donde debe llegarse para detener al autócrata ruso? ¿Quién es el responsable moral del sufrimiento resultante? ¿Es correcto colocar a todas las potencias, con sus distintas falencias, en un plano de cínica equivalencia?

Pienso que no. El problema con la aventura rusa -a estas alturas ya no sólo es Putin, es obvio que tiene el respaldo del cuerpo político ruso- es que no persigue propósito defensivo. Es una guerra de conquista, que, de tener éxito, continuará en otros lugares, una maldad que se autojustifica.

Queda la esperanza cristiana que esta abusiva crueldad encierre la semilla de su propia destrucción, pero el camino puede ser horrendo. La historia continúa con huracanada violencia. Ojalá los vientos toquen tierra y amainen, antes de arrollar al mundo entero.

Usos y abusos de la crueldad

Nadie sabe cómo termina una guerra. Demasiados imponderables. La niebla todo lo cubre. Suposiciones falsas: Se sobreestimó la capacidad militar rusa y se subestimó la ucraniana, como al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército francés, comparable al nazi, se desmoronó en semanas, dejando al mundo atónito. Por eso es imprudente predecir desenlaces, aunque sí es posible intuir potenciales reacomodos.

nunca tan fuerte y nunca tan débil como parece

”. Invencible frente a sus invasores occidentales, invariablemente derrotados por su helada inmensidad y cruel determinación.

Napoleón llegó hasta Moscú, encontrándose con una ciudad abandonada e incendiada, rodeada de campos gélidos, sin abastecimiento. Hitler, ni con el resto de Europa sometida, pudo dominar sus vastas estepas. Carlos XII (Suecia) tampoco, permitiéndole a Pedro el Grande convertirse en “Grande”.

Sin embargo, Rusia suele fracasar en sus aventuras europeas (Polonia 1920). Ahora intenta recalibrar objetivos, aceptar un premio menor (el Donbass), y proclamar victoria. En este escenario, Putin se mantendría en el poder y prepararía su venganza. Por eso es vital que el fracaso de Putin sea tan grave que conduzca a su derrocamiento, algo que hoy parece improbable.

Ucrania habría renunciado a integrar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) —nunca seriamente en discusión— pero no renunciará a su ejército. Tendrá alguna forma de integración a la Unión Europea (UE) y entendimientos prácticos para compartir inteligencia. La guerra puede forjar identidad entre los combatientes. Esto favorece a Ucrania.

La UE y la OTAN, antes lánguidas, se revitalizan. Sus miembros incrementarán el gasto militar. Nada como una amenaza real para aclarar las cosas y disipar fantasías pacifistas.

China. Están convencidos que el futuro les pertenece. Más que sólo un país es una civilización que se remonta a los albores de la historia. Ven al predominio occidental como una breve y degradante anomalía, ya en su fase final. Debaten sus siguientes movidas, pero su juego es largo.

El mundo islámico está envuelto en una vital disputa. Irán (chiitas), otra nación que se remonta al comienzo de la historia enfrenta al resto de países islámicos (sunitas) e Israel, antiguos enemigos ahora convertidos en aliados. Estos observan de costado y le tiran agua fría a Washington, molestos por su acercamiento con Irán, que, irónicamente, colabora estrechamente con Moscú.

Volvamos a Rusia: enorme país, cristiano —aunque ortodoxo y cismático— pero también descendiente de los nómades de la estepa. Rusia es fruto de este encuentro, esta perenne y enorme tensión. Por ello son capaces de terribles crueldades, así como misticismo y elevado refinamiento. Miran al Oeste con desdeñosa admiración, sin olvidar del todo ese insaciable apetito del nómade conquistador que a caballo arrasaba pueblo tras pueblo, matando hombres y llevándose a las mujeres.

Sin embargo, a pesar de todo, la fuerza de este cristianismo es tal que, a lo largo de la historia, en los momentos decisivos, Rusia terminó sumándose al consenso occidental. Pero será difícil que eso ocurra mientras el zar Putin esté al mando.